15. Gran hermano

  Dos pares de ojos observaban al BMW alejarse autovía adelante mientras un grupo de zombis intentaban seguirles sin éxito.

  No tenían prisa, sabían a donde se dirigían exactamente, era imposible que les perdieran, sonrió, la verdad era que con los medios de que disponían no podían fallar. El vehículo en el que se encontraban era prodigioso. Cuando le mostraron lo que era capaz de hacer alucinó. Recordaba cada palabra de la demostración que hizo el proveedor.

  Transporte Indetectable Autónomo U.A.T eran sus siglas en inglés. En un principio pensó que se trataba de otro charlatán, pero cuando comenzó la demostración y comprobó lo que el U.A.T. era capaz de hacer, entendió que el concepto de espionaje y obtención de información ya nunca serían iguales.

  Se trataba de un Hummer modificado con todos los adelantos necesarios en materia de comunicaciones, guerra electrónica, NBQ. Perfectamente armado, pensado para ser manejado por dos tripulantes, aunque con capacidad de transporte para seis personas en total. Pero eso no era lo que lo hacía especial, único, su importancia radicaba en su indetectabilidad y en su total autonomía.

  ¿Cómo lo había denominado el fabricante?, ¡Ah! Si, “Nanotecnología Mimética”. Hasta ese momento apenas sabía nada de la Nanotecnología y, la verdad era que ahora tampoco es que supiera mucho más, pero las posibilidades de que dotaba al transporte eran sencillamente espectaculares.

La nanotecnología es el estudio, diseño, creación, síntesis, manipulación y aplicación de materiales, aparatos y sistemas funcionales a través del control de la materia a nano escala, y la explotación de fenómenos y propiedades de la materia a nano escala. Cuando se manipula la materia a la escala tan minúscula de átomos y moléculas, demuestra fenómenos y propiedades totalmente nuevas.

  En concreto el U.A.T. estaba dotado de un escudo formado por materiales modificados a nano escala que lo hacían indetectable, invisible. El escudo actuaba de forma que la superficie del vehículo se transformaba en una imagen inmediata, cambiante, casi viva del espacio donde se encontraba. Era como una película que lo cubría y le permitía, más que confundirse con su entorno, convertirse en él.

  Una vez que el escudo se activaba era imposible detectar que allí había algo diferente del suelo sobre el que se posaba. Pero lo mejor no era eso, lo realmente alucinante era que el transporte se podía desplazar a una velocidad nada despreciable de 80 mph sin que fuese posible detectarlo, iba cambiando, transformándose en lo que le rodeaba al mismo tiempo que avanzaba. Como les explicó el ponente era como si el Hummer estuviese cubierto por una alfombra exacta al lugar que el coche ocupaba y cuando se desplazaba era como lo haría un coche debajo de esa alfombra.

  La otra cualidad que lo hacía tan especial era su autonomía. El escudo consumía ingentes cantidades de energía, así que sus creadores le habían dotado de combustible nuclear, como si se tratara de un submarino atómico. De esta forma podía atender al consumo de energía que necesitaba el escudo y al mismo tiempo se evitaba el uso de gasolina y se lograba que el transporte no emitiese ningún tipo de sonido, era completamente inaudible.

  Naturalmente no estaba exento de limitaciones, el hecho de que no se viese no quería decir que no se pudiese tocar. No era la primera misión en la que todo se iba al traste porque un ciudadano se tropezaba con el transporte o un vehículo colisionaba con él. Las operaciones debían ser cuidadosamente planificadas pero la ventaja de que dotaba a su poseedor era evidente.

  Gracias al U.A.T. sus objetivos no les habían descubierto y no lo harían nunca –volvió  a sonreír.

  Cuando les ordenaron la vigilancia del CNI español desconocían el motivo ni siquiera estaban al tanto de lo que ocurriría días después: el fin del mundo como lo habían conocido. Qué lejano en el tiempo parecía eso ahora.

  Ignoraban porque era tan importante ese militar español, tras haberlo conocido en persona se le ocurría algún que otro motivo, cada uno más obsceno. A Shania también se lo parecía. Tal vez pudiesen compartirlo. La verdad era que las dos tenían cubiertas sus necesidades sexuales más básicas, pero un polvo con un tío como ese era otra cosa. Ya hacía demasiado tiempo que el único sexo que disfrutaban era entre ellas. La manía de la Organización de no trabajar con más hombres de lo necesario era algo que, hasta ahora, habían visto bien y hasta aprobado, pero en un mundo como el actual en el que no abundaban los machos en condiciones, eso podía llegar a ser una tortura. Miró de reojo a Shania, iba como casi siempre, sólo con la ropa interior. Lo hacía para excitarla, se lo había dicho. Tal vez podrían echar uno rápido, al fin y al cabo el punto de destino estaba claro.

  Shania le devolvió la mirada y al momento supo lo que estaba pensando.

–  Ahora no Arlenne, ahora no. Antes por poco se comen al viejo. Es mejor no distraernos.

  Lástima. Su misión consistió en un principio en verificar si el militar se encontraba en el CNI y si estaba vivo. Cuando la muchedumbre zombi entró en el recinto pensaron que acabaría más rápido de lo esperado. Pero tras los primeros momentos comprobaron que seguía quedando gente con vida. La opción de asaltar el complejo no era factible. No sabían exactamente cuántos militares quedaban con vida ni cuantos engendros había dentro, ni siquiera podían asegurar que el sargento siguiera vivo. Cuando interceptaron la comunicación que lanzaron al Buque Castilla supieron que era su hombre. Luego sólo tuvieron que esperar frente a la salida del parking del complejo. A punto estuvieron de colisionar con ellos. Hubiera supuesto el final anticipado de la misión y la muerte prematura del pivón.

  No podía comprender a ciertas personas, iban a dejar la seguridad del CNI para ir a salvar a dos críos que no conocían, ¡la hostia!

  Sus órdenes eran claras: vigilarles y no permitir que murieran, pero sin descubrirse. El objetivo continuaba siendo de vital importancia, aunque ellas desconociesen el motivo. Los individuos que les acompañaban eran irrelevantes, no hubiesen tenido porque salvarles, pero cuantos más fuesen más protección se brindarían entre ellos, como ya habían podido comprobar.

  De todas formas tuvieron que intervenir en tres ocasiones, y aunque fueron extremadamente cautelosas, las acciones no habían pasado del todo inadvertidas. Estaba claro que el sargento era un tipo especial. Mmmm, eso le hacía más apetecible. Se había dado cuenta que alguien les ayudaba cuando saltaba de coche en coche y un zombi le atrapó del pie. Ahí estuvo cerca de terminar todo, pero Shania tenía una puntería prodigiosa.

  La segunda vez fue nada más disparar sobre la cría, no sabían el motivo, aunque sospechaban que habría sido herida por algún zombi. Ahí tuvieron que actuar las dos, si no la multitud zombi les habría alcanzado.

  La tercera fue cuando rescataban al anciano, pero ahí estaba tan ocupado intentando salvar sus vidas que no se percató de nada. Por cierto, vaya mierda de actuación. A punto estuvieron de perderles, bueno, de hecho les perdieron. El Hummer no era capaz de pasar por el hueco que dejaba el autobús accidentado. Podían haber hecho como ellos y forzar empujando con el Humvy pero eso podría dañar el escudo y tirar por tierra la misión. Tuvieron que regresar sobre sus pasos y buscar otro camino. Esto les demoró demasiado y les terminaron perdiendo.

  A la organización no le hizo ninguna gracia, pero la fortuna se puso de su parte, primero con el incendio en una farmacia en una localidad próxima al lugar en que les perdieron. Había muchas posibilidades de que fuesen ellos, de hecho, como supieron luego, lo fueron. El otro punto de fortuna fue la transmisión por radio que realizaron desde el chalet. Como más tarde les reprendió el sargento eso les facilitó su localización. Ahora ya no existía el peligro de que se les escabullesen de nuevo, porque sabían exactamente a donde se dirigían y porque les habían colocado un emisor en el vehículo. Gracias a él pudieron controlar toda la acción que acababa de tener lugar y salvar la miserable vida del viejo.

  La verdad era que el militar se estaba ganando el cielo, se había empeñado en cuidar de esos melones que no obedecían ni a tiros y que le metían en todos los marrones imaginables. Si no fuese por la seguridad de que volverían a causarle problemas, problemas que ellas tendrían que solucionar, podrían haberse adelantado hasta el punto final a esperar tranquilamente. Pero bueno, lo cierto era que el reality que tenían el privilegio de contemplar no estaba nada mal. En adelante habría que extremar aún más las precauciones. El militar ya sabía de su existencia y, aunque no podía localizarlas, era mejor no subestimarle.

  Varios descerebrados se habían congregado en el asfalto de la autovía atraídos por el sonido de los dos disparos que hizo la zorra, y ahora esperaban deambulando por donde hacía escasos minutos se encontraba el BMW de los fugitivos.

  Miró a Shania

–  No Arlenne, no.

–  Si Shania, si.

  A Shania no le gustaba chafar zombis, pero para ella era una de las pocas diversiones que quedaban en este mundo.

  Se dirigió lentamente hacia donde se encontraban los muertos. Paró a escasos centímetros del más próximo. Nada, no se enteraba, no les detectaba. Se giró y tropezó con el Hummer. Aceleró lentamente. La coordinación de los zombis era nula, así que enseguida cayó delante del vehículo. Paró encima del muerto. Podían oír y sentir los golpes que daba en los bajos del coche. Puso marcha atrás y le pasó de nuevo por encima con las dos ruedas ¡¡chooff!! ¡¡chooff!! A por el siguiente.

 

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